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Editorial

Inquietante indicador

El informe del Pnud nos ubica en un bajo lugar en desigualdad. Es verdad que se ha progresado, pero aún falta.

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Un reciente reporte del Programa de las Naciones para el Desarrollo (Pnud) acaba de poner sobre la mesa un tema clave. Se trata de la desigualdad, determinada por el índice de Gini, el cual es una medida estadística que resume la concentración de los ingresos o la riqueza de una sociedad.
Si el indicador resultante es más cercano a su límite inferior teórico de cero, la población analizada será descrita como equitativa. En cambio, de aproximarse la cifra al máximo posible de uno, el mensaje implícito es que la torta se reparte entre unos pocos.
Pues bien, con un número de 0,548 Colombia ocupa el poco honroso tercer lugar en una tabla que recoge los datos de 141 naciones. Tan solo Sudáfrica y su vecina Namibia muestran guarismos peores. Nos encontramos a una gran distancia de Eslovaquia, que con 0,241 recibe la calificación más favorable a nivel global. En América Latina, la República Dominicana obtiene la mejor nota, seguida de cerca por El Salvador.
Tales datos confirman que los colombianos vivimos en una sociedad inequitativa, marcada por las diferencias de ingreso, patrimonio y oportunidades entre los ciudadanos. También existen grandes disparidades en el ámbito regional, que deben interpretarse como un campanazo de alerta.
El tema no es nuevo, y diferentes esfuerzos han intentado cerrar la brecha. Algo se ha avanzado, pues a comienzos de este siglo la fotografía era todavía más inquietante. Sin embargo, vale la pena señalar que la instantánea no puede utilizarse para descalificar lo conseguido.
Seguir avanzando exige adoptar las políticas adecuadas que promuevan la inversión y las oportunidades.
De vuelta al trabajo del Pnud, este ubica a Colombia en la posición 83 entre 193 en lo que corresponde al índice de desarrollo humano, que incorpora variables relacionadas con la calidad de vida. Nuestra clasificación corresponde a una categoría de desarrollo "alta" y apenas nos separan unos lugares del calificativo de "muy alta".
Por tal razón, resulta inapropiado decir que la nuestra es una historia de fracasos cuando lo que muestran las cifras es una serie de avances. Entre 1990 y 2023 la expectativa de vida aumentó en nueve años, la escolaridad promedio subió y el ingreso por habitante prácticamente se duplicó. Además, las carencias han vuelto a disminuir, a pesar del retroceso que vino con la pandemia. Estimativos como el índice de pobreza multidimensional dejan en claro que, en general, los colombianos son más prósperos, sanos y educados que nunca.
Lo anterior no desconoce que falta mucho por hacer si queremos vivir en una sociedad más igualitaria, sostenible e incluyente. Seguir avanzando exige adoptar las políticas adecuadas que promuevan la inversión y las oportunidades. Una fórmula por excelencia es conseguir que se creen empleos formales, de calidad, lo que demanda un ambiente propicio para la iniciativa empresarial.
No hay duda de que los subsidios bien focalizados ayudan, sobre todo en el caso de los más vulnerables. Pero pensar que una adecuada redistribución se consigue sin buenos índices de crecimiento resulta equivocado. Por eso hay que salir del desánimo actual, para trabajar con más ahínco en reducir las disparidades que nos caracterizan.

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