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Restauración de corales en San Andrés

Foto:@stivtoro_ / GreenSouls

Contenido

Experiencia local

Isla de San Andrés

Así funcionan las guarderías de coral que buscan revivir el arrecife en San Andrés

Varias organizaciones impulsan la restauración del ecosistema bajo el mar de los siete colores.

David Alejandro López Bermúdez

Enviado especial de EL TIEMPO a la isla de San Andrés

Bajo un cielo de matices turquesa, jade y esmeralda —reflejo del mar que aún conserva su vitalidad—, 28 personas descienden con cuidado entre olas mansas frente a la costa de San Andrés. Son actores, influenciadores, periodistas, ambientalistas y científicos que han viajado hasta este rincón del Caribe colombiano para sumergirse en una causa mayor: restaurar los arrecifes de coral.
A tres metros de profundidad, guiados por la apneísta Sofía Gómez y el biólogo marino Anthony Combatt, amarran cuatro cuerdas suspendidas con fragmentos de coral. Cada nudo se ajusta a una estructura de hierro, como si con cada uno le devolvieran el aliento al ecosistema. “Esas estructuras flotantes que ayudamos a instalar serán las primeras camas de un vivero coralino. Cada fragmento que fijamos allí es un intento de reanimar algo que ya parece estar muriendo”, dice Anthony, fundador de Blue Restorers.
Coral fragmentado para su restauración en San Andrés

Coral fragmentado para su restauración en San Andrés

Foto:@stivtoro_ / GreenSouls

No es una metáfora ligera: muchos corales de San Andrés y parte del gran Caribe están blanqueados, rotos o incluso sepultados bajo capas de sedimentos. Y con ellos se hunde una porción entera de la memoria ecológica del país y la biodiversidad marina que alguna vez convirtió al archipiélago en una joya biológica única. "Tenemos que ayudar al ecosistema", puntualiza Sofía.
La acción de amarrar las cuerdas con fragmentos de coral —iniciativa de GreenSouls Global, Blue Restorers y Coralina de la mano de Isdin— puede parecer simbólica para quien la observa desde la superficie. Pero en realidad es parte de un proceso científico meticuloso: requiere conocimiento biológico, precisión en la manipulación bajo el agua, seguimiento constante y condiciones ambientales estables. El objetivo es que cada fragmento se adhiera, crezca y, con el tiempo, se reintegre a un arrecife funcional.

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Anthony Combatt, biólogo marino, explica fragmentación y restauración de corales en San Andrés

Anthony Combatt, biólogo marino, explica fragmentación y restauración de corales en San Andrés

Foto:@stivtoro_ / GreenSouls

El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina alberga el 77 por ciento de los arrecifes coralinos de Colombia, la mayor extensión arrecifal del país y uno de los sistemas más importantes del Caribe. Pero lo que antes fue un jardín submarino rebosante de abanicos, cervicornis y cerebros coralinos, hoy es un paisaje desolado. “Uno bucea y ve demasiada arena. Arrecifes enteros están demasiado degradados. Algunos intentan recuperarse, pero han perdido la tridimensionalidad, el color, la vida”, describe Laura Gómez, una joven apasionada por el océano, miembro de Blue Restorers.
Las causas son múltiples y acumulativas. El cambio climático ha elevado la temperatura del mar hasta niveles que estresan y blanquean los corales. Las tormentas tropicales, cada vez más intensas, los arrancan como si fueran ramas secas. Y la sobrepesca, la sedimentación, el turismo desregulado y la contaminación agravan el problema. “El huracán Iota en 2020 no solo destruyó arrecifes. También eliminó esa barrera natural que protegía a la isla. Desde entonces, el mar entra con más fuerza”, recuerda Anthony.
Aun así, entre las zonas degradadas, sobreviven fragmentos: las llamadas colonias de oportunidad —fragmentos resistentes con potencial de regeneración. Son pequeños trozos desprendidos que han logrado resistir. Se rescatan, se fragmentan de nuevo y se adhieren a discos, que pueden ser de cemento con vidrio reciclado. Son, como los llama Laura, “los hijos de un coral roto”. 

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Fragmentación de corales para su restauración en San Andrés

Fragmentación de corales para su restauración en San Andrés

Foto:@stivtoro_ / GreenSouls

El esfuerzo es ambivalente en sus resultados. No todos los fragmentos sobreviven; la tasa de éxito depende de múltiples factores: la especie, la temperatura del agua, la ubicación o la fuerza de las corrientes. Aun así, cada intento suma en la carrera contrarreloj para evitar lo que muchos científicos ya describen como un colapso ecológico inminente.
Los corales se reproducen de dos formas: sexual y asexual. En la primera, liberan al mismo tiempo óvulos y espermatozoides en eventos conocidos como desoves masivos, guiados por las fases lunares. De esa mezcla surgen larvas microscópicas que flotan a la deriva hasta encontrar un sustrato donde fijarse. Si logran anclarse y sobrevivir a los múltiples riesgos del entorno, formarán nuevas colonias. Es un proceso fundamental para mantener la diversidad genética, pero también frágil: según la istración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), menos del 1 % de las larvas de coral sobreviven hasta la adultez en condiciones naturales.
Por eso, los proyectos de restauración como el de San Andrés recurren sobre todo a la reproducción asexual, más predecible y controlable. Se recolectan fragmentos vivos —como los del Acropora cervicornis— que han resistido daños o se han desprendido naturalmente, y se dividen en porciones más pequeñas. La fragmentación es una técnica meticulosa: se seleccionan solo las partes que conservan tejido vivo, calcio y capacidad regenerativa. No cualquier trozo sirve. “Solo los fragmentos con tejido vivo tienen posibilidad de desarrollarse; de lo contrario, el coral muere”, explica la NOAA, que ha documentado esta técnica en el Caribe.
Una vez fragmentados, se fijan a estructuras flotantes o bases rígidas que funcionan como viveros marinos. Allí, bajo observación constante y protegidos de depredadores, inician un proceso de regeneración similar al de una herida que cicatriza: construyen nuevo esqueleto calcáreo y expanden su tejido. Según el Coral Restoration Consortium, especies ramificadas como el Acropora cervicornis pueden crecer entre 5 y 10 centímetros al año, y alcanzar un tamaño apto para ser trasplantadas al arrecife en un periodo de 9 a 12 meses. La tasa de éxito varía entre el 60 y 80 por ciento, dependiendo de las condiciones ambientales y el monitoreo.
“Es como cultivar un jardín marino”, explica el biólogo Anthony Combatt. “Cada fragmento puede convertirse en el inicio de una nueva colonia si se cuida con paciencia y condiciones adecuadas”, detalla.
Lo cierto es que cada uno de esos fragmentos que se adhiere y crece representa un eslabón vital en la reconstrucción de un ecosistema que ha visto desaparecer gran parte de su arquitectura viva. El coral no es solo un organismo; es refugio, cuna y frontera. Un pilar invisible del equilibrio marino.
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Proceso de siembra de corales en San Andrés

Proceso de siembra de corales en San Andrés

Foto:@stivtoro_

Desde 2023, Blue Restorers lidera junto a aliados como Coralina —la autoridad ambiental del archipiélago—, Isdin y GreenSouls Global un proceso de restauración de corales en el caribe colombiano que combina ciencia, educación y acción comunitaria. La meta no es solo sembrar corales, sino regenerar vida, capacitar jóvenes locales y sensibilizar a una sociedad que aún no dimensiona lo que se pierde cuando el mar se queda sin arrecifes.
“Cada coral que logramos restaurar es una estructura viva que puede hospedar peces, camarones, tortugas. Es devolverle la arquitectura al océano”, dice Laura, mientras supervisa los fragmentos que serán fijados en los viveros. Las estructuras deben mantenerse limpias. Y por eso, el monitoreo y el mantenimiento periódico son esenciales. Es un trabajo meticuloso, que exige paciencia y constancia.
"Si podemos devolverle algo positivo al planeta, y en este caso al mar, que tanto nos ha dado, y que restaure la vida para el futuro debemos hacerlo e impulsar a que los demás lo hagan", comenta Ana Sofía Henao, una de las modelos más reconocidas del país que desde hace cuatro años integra el equipo de GrenSouls como capitana de este tipo de expediciones.
En el marco de esta alianza, Isdin aportará los recursos necesarios para incorporar al menos 2.000 fragmentos de corales ramificados a las guarderías instaladas este año. Luego de su crecimiento controlado mediante monitoreo y mantenimiento técnico, los fragmentos serán trasladados a zonas degradadas del arrecife. 
Esta iniciativa además busca estudiar nuevas ubicaciones para establecer guarderías y definir sitios prioritarios de restauración, con base en criterios de biodiversidad y resiliencia. Aun así, los retos son enormes frente a la magnitud del deterioro.
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Corales sembrados en San Andrés

Corales sembrados en San Andrés

Foto:@stivtoro_ / GreenSouls

Una vez el equipo de Blue Restorers supervisa que las cuerdas con los fragmentos de corales quedaron ajustadas y se documenta el proceso, llega el momento final: el descenso a los 13 metros de profundidad.
Con el mar más oscuro y frío, Laura y Anthony bajan juntos la estructura rígida —la primera guardería coralina fija de esta misión— y la colocan sobre la arena. No hay palabras, solo burbujas. Con los últimos rayos del sol colándose en diagonales líquidas, ajustan cada cuerda como si ataran una semilla. Cuando emergen, sonríen, exhaustos.
“No se trata solo de salvar una especie. Es proteger la historia viva de una comunidad que ha crecido con el mar y en el mar”, dice Anthony.
En el fondo, entre peces cautelosos y corrientes suaves, permanecen las primeras camas de coral instaladas por esta alianza. Serán vigiladas durante meses. Algunas no sobrevivirán; otras, si las condiciones lo permiten, crecerán y se adherirán al arrecife. Cada una es un intento concreto por recuperar un ecosistema que, sin intervención urgente, podría tener un deterioro irreversible.
DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ - @lopez03david - [email protected]

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