Kamala Harris es portada de ‘Vogue’ por segunda vez. En 2021 se la vio improvisada con su sonrisa magnética y el vestido característico con lazo de seda “cola de gatito”. Ahora se la aprecia madura, insinuando su sonrisa, sentada, rebosante de poder y atracción política y personal. No es para menos: se impuso en la Convención Demócrata después de que Joe Biden renunciara a la reelección, pasando a la historia por la rareza de poner los intereses de su partido y del país por encima de los personales.
Kamala enfrentó a Trump en un debate donde predijeron que la arrasaría por falta de experiencia y claridad en los asuntos de fondo de la realidad norteamericana y mundial. No fue así. Los republicanos más radicales dieron un empate, lo cual comporta un triunfo para Harris. A Trump otra vez le enrostró su calidad de convicto por acoso sexual, apoyada en la experiencia como fiscal de California y sacando al anciano de casillas, a tal punto que descartó cualquier nuevo debate televisado con ella y canceló dos grandes entrevistas en los días siguientes.
No obstante el saludo inicial del debate y el que se dieron en la conmemoración del 11 de septiembre, se le nota a Trump gran incomodidad ante la presencia de esta mujer de piel más oscura que lo señala de reo abusador, le enfrenta las mentiras, cuestiona su salud mental y contesta a buena altura sobre las políticas en economía, migración y apoyo a Ucrania e Israel. En cada una pone su condimento progresista: apoyo a Ucrania, sin arriesgar una respuesta airada de Putin, adobado con una defensa firme de la Otán. Apoyo a Israel, sin desconocer los excesos en Gaza. Recomposición de la economía, con énfasis en la clase media y las pymes. Freno a la inmigración ilegal con acciones humanitarias en frontera y en las regiones de origen de los migrantes, tanto policivas contra el crimen organizado como de generación de prosperidad local. Profundización del ‘Obamacare’ en vez de hacerlo trizas y modernización de la atención a los más pequeños mientras los padres trabajan.
Kamala enfrentó a Trump en un debate donde predijeron que la arrasaría por falta de experiencia y claridad en los asuntos de fondo de la realidad norteamericana y mundial
Coincidiendo con Melania Trump (!), defiende centrar en las mujeres el derecho a decidir sobre su salud reproductiva. Ha reculado en la exploración petrolera que considera ahora de seguridad nacional, diciendo que en su mandato no prohibirá el ‘fracking’. Dice mantener su compromiso con la energía renovable y con políticas medioambientales que permitan la transición. Ha logrado posicionar su idea estructural de una “economía de la oportunidad”, aplicable también a la reconstrucción por los huracanes Helene y Milton.
Trump supone una Casa Blanca obsesionada con el enemigo interno y hostil al mundo en desarrollo. Promete arreglar “en minutos” la guerra en Ucrania y en Oriente Medio usando sus dotes de líder, según él, el más inteligente que ha llegado a la presidencia de su país. Propone reconstruirlo aislándolo, descalificar a México y a China como proveedores, usar la fuerza contra la inmigración y dejar de usarla en el mundo en defensa de las libertades.
Inopinadamente los más conspicuos generales de su gobierno lo atacan con dureza. El Gral. Mark Milley, su jefe de Estado Mayor Conjunto, dijo que Trump “es la persona más peligrosa de este país”, “un fascista hasta el tuétano”. El Gral. McChrystal, su jefe de Operaciones Conjuntas, lo llamó “deshonesto e inmoral”. El Alm. McRaven aseveró que “los malos ganan cuando el ego presidencial es más importante que la seguridad”. El legendario ‘Mad Dog’ Mattis, su secretario de Defensa, lo calificó como “el único presidente en la historia que trata de dividirnos y no de unirnos”. Como lo puso en el título de su último libro el también general McMaster, su asesor de Seguridad Nacional, por cuenta de Trump los estadounidenses estamos “En guerra con nosotros mismos”.
Empatados, inciertos en el reconocimiento de quien gane, estamos a días de que llegue el progresismo tranquilo, o retorne el populismo extremo al puesto más importante del mundo.
LUIS CARLOS VILLEGAS