En este primer semestre del año he tenido la oportunidad de asistir a diferentes eventos y festivales de música en los que participan muchos jóvenes guiados por diferentes motivaciones. Algunos de ellos van por el amor al arte y a sus artistas; otros, por la búsqueda de momentos para compartir con sus amigos, y otros que aprovechan estos espacios para consumir drogas. Los millennials son más propensos a este tercer grupo porque, como es bien sabido, buscan vivir experiencias distintas y las drogas permiten una distorsión de la realidad que puede ser agradable. Los centennials son más cautos, muchos de ellos ni siquiera se aproximan al mundo del alcohol, pues cuidan más de su cuerpo y creen más en la satisfacción de la constancia que en las experiencias desbordadas.
Sin embargo, los jóvenes en general han empezado a consumir estas drogas guiados por la normalización (y curiosidad) que impera en las redes sociales, en las películas y en las series. Estos medios afirman que causan daños menores que el alcohol porque muchas no dan resaca y algunos efectos pueden tardar meses en aparecer, pero cabe resaltar que su prevalencia sobre el alcohol no está ampliamente estudiada. El uso de drogas no es una novedad, y los organizadores de los eventos lo saben. Por eso, en alianza con fundaciones dedicadas a promover el consumo responsable, destinan espacios que sirven para el análisis de sustancias, el descanso de quienes han consumido de más y brindar psicoeducación.
La legalización de las drogas que consumen los jóvenes está lejos de ser regulada, pero este ejercicio de coordinación ha permitido que en los festivales de este año no se hayan presentado muertes por sobredosis o accidentes, como sí ocurría en años anteriores. Ahora bien, este no es un llamado para que modifiquemos la ley en búsqueda de la legalización, tampoco me parece que podamos contener la información que consumimos como jóvenes. Este es un llamado a la juventud para que nos hagamos preguntas que hemos evadido, por ejemplo: ¿de dónde vienen nuestra necesidad y motivación al consumo? y ¿cuáles son los cuidados que nosotros mismos tenemos al consumir ciertas sustancias?
Muchos piensan que el cuidado al consumir sustancias psicoactivas solo debe tenerse en el momento previo al consumo y recurren a suspender medicamentos, cuidar la alimentación, comprar a personas de confianza e incluso disponerse actitudinalmente para que ese día no ocurran eventos emocionales fuertes. Otros tienen cuidados durante el consumo como la constante hidratación que es necesaria para evitar accidentes, asunto que sigue en disputa con las discotecas y que no ha sido legislado con la suficiente rigurosidad.
Sin embargo, a muchos se les olvida crear conciencia sobre cómo su cuerpo responde a ciertas sustancias; la historia filial, que puede ser importante para prevenir temas de salud mental, y también desconocen que este tipo de sustancias pueden presentar bajones al segundo o tercer día. A muchos de nosotros nos cuesta reconocer que la libertad tiene que venir con una responsabilidad individual superior en la que hay que incluir el cuidado de los alimentos que se consumen, hacer ejercicio de forma regular y permitirse la idea de descansar o dormir lo necesario para no afectar las rutas dopaminérgicas del cerebro.
Sé que esto parece menor, pero a los jóvenes se nos olvida que no somos inmortales. Por último, me gustaría dejar en el ambiente la pregunta de cómo podemos hacer frente al fomo (miedo de perderse de algo, por sus siglas en inglés), cómo podemos dejar de sobreexigirle al cuerpo y aceptar que la calma, la nada y el aburrimiento también son parte fundamental de la vida. Lo anterior, pues muchos problemas de salud mental se gestan por no saber lidiar con el desasosiego de existir.
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