Definir la ciudad dónde vivir por el lugar de trabajo o estudios es un criterio que va desaparecido, en especial por dos motivos; el primero, la apuesta digital. Hoy ya se ha instaurado en casi todos los contratos laborales el tiempo híbrido, parte presencial y el resto en línea, viene de la pandemia y sigue creciendo.
El otro motivo es físico. Acercar con velocidad el tiempo de desplazamiento de una a otra urbe, en especial por el avión, pero igual por trenes bala o autopistas con velocidades obligatorias. Los costos absurdos de vivienda en Londres, a donde estoy de visita, ya han hecho que más de la mitad de sus trabajadores vivan en las afueras con trenes que los acercan, lo que ha dado lugar a una particular ciudad del día, ya que London City tiene que atender quizá la mitad de su población, unos 10 millones de habitantes flotantes, que usan en el día trasporte, restaurantes, parques, calles y luego desaparecen, pues regresan a sus pequeñas territorios-dormitorios a dos o tres horas de tren u otros medios.
Arquitectos vienen hablando de la “ciudad 15 minutos”, en la que todo en una gran urbe debe estar a no más de esa fracción y así volver a ganar ciudadanos en cambio de dispersarlos. Pero ¿cómo hacer para vivir de nuevo en las ciudades céntricas sí los costos insoportables no dan? ¿Estábamos perdiendo los centros de las ciudades y ahora también perdemos los suburbios?
Los ciudadanos se van hacia fuera, más allá de los suburbios, y crean otro modo de vida que aún no sabemos a dónde van a parar, pero sí sabemos que las urbes como las conocemos, con ciudadanos en sus territorios, se van perdiendo: un buen ejemplo es el nacimiento, acá en Londres, del “jueves de los bares” y ya no el viernes, ya que ese último día laboral es cuando se cierra el trabajo digital y los empleados se quedan en casa preparando balances y resultados a sus patrones.
Es muy factible que los días de la semana, con la instauración de los contratos híbridos, sigan cambiando su psicología y que el jueves es lo que era el viernes, este lo que era el sábado, y el domingo lo que era el lunes; entonces, el día más aburrido de la semana ya no será el lunes sino el martes. Los ciudadanos ya no irán los fines de semana a las afueras porque ya viven allí y, al contrario, ya están yendo como turistas a los centros de la ciudad y se toparán con una masa turistas extranjeros tomando fotos. El celular se torna el instrumento que califica y define a los ciudadanos flotantes.