Finalmente aparecieron, con meses de retraso, las cifras del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), la medición que realiza Naciones Unidas sobre las narcosiembras y la producción de cocaína en el país.
Y las noticias no son buenas. El informe, revelado por este diario el fin de semana, muestra que mientras el Gobierno sigue vendiendo la tesis de que no hay que atacar el cultivo de coca, en 2022 el área con la hoja en el país volvió a batir todos los registros. Llegamos a 230.000 hectáreas, 26.000 más que en 2021 y, más grave aún, con un potencial de producción de cocaína que no llegaron a soñar ni Pablo Escobar ni los otros capos históricos.
El año pasado, los narcos lograron producir 1.738 toneladas de clorhidrato: con 671 toneladas incautadas; eso significa que en 2022 salieron al mercado, pese a los esfuerzos de Policía y Armada, 1.067 toneladas del alcaloide. Y son cada vez más las que se quedan en Colombia, alimentando las arcas de todas las mafias que nos asuelan.
El informe de Naciones Unidas, como el de 2021, muestra que en el territorio nacional hay cada vez más enclaves de producción: regiones enteras en las que las comunidades le apuestan todo a la coca e invierten de sus propios recursos para lograr mejores cosechas y procesos de refinación. Esto, auspiciado por la certeza de que la posibilidad de ver aparecer los equipos de erradicadores es cada vez más remota.
Este mismo fin de semana el gobierno del presidente Petro reveló las metas de su política antidrogas: según el ministro de Justicia, Néstor Osuna, en 2026 habría 90.000 hectáreas menos de coca y una disminución del 43 por ciento en la producción de cocaína.
Las cifras del Simci, que por supuesto el Gobierno ya conocía, les meten presión a esas metas. Un solo dato: con solo 26.000 hectáreas más entre 2021 y 2022, los narcos pudieron aumentar la producción de cocaína en 338 toneladas. Si en 2026, según las cuentas del Ejecutivo, seguimos teniendo por lo menos 150.000 hectáreas (sin contar la disparada que podría verse este año, el de peor desempeño en erradicación en décadas), se ve difícil que se pueda golpear la producción de cocaína.
El Gobierno está jugado por golpear la parte más alta de la cadena del narcotráfico (algo que, por cierto, se viene haciendo hace años) y –esto sí, a diferencia del pasado– decidido a pasar por encima de la realidad de un país con áreas cada vez más extensas de coca. Pero si algo hemos aprendido con sangre es que si hay más cultivos hay más producción de coca y, por lo tanto, más plata y poder en disputa. Y, por derecha, más violencia.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO
En X: @JhonTorresET
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