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La increíble historia del minero que sobrevivió 60 horas a 160 metros de profundidad
Desde el hospital, César Álvarez, uno de los mineros sobrevivientes, cuenta esa dura experiencia.
La búsqueda y rescate de los mineros comenzó el viernes pasado en la noche. Foto: Bomberos
A 160 metros bajo tierra y durante 60 horas, en medio de agua y barro, sobrevivieron César Álvarez, de 35 años, y Misael Cano Gómez, de 24, luego de que la mina ilegal El Techadito, en Zipaquirá, se inundó y quedaron atrapados. Y mientras ellos padecían una dura prueba, en la superficie se llegó a temer por sus vidas. Álvarez* le contó a EL TIEMPO cómo fueron esos casi tres días en los que estuvo muerto en vida:
“Ese viernes entré a laborar a las 2 de la tarde, que es mi turno de siempre; yo soy picador. Mi jornada empezó normal, qué se iba a imaginar uno que entraba pero que no iba a volver a salir. Pero mi Dios me dio otra oportunidad.
“Como a las 7 de la noche ocurrió todo. Había una bolsa de agua subterránea y uno de mis compañeros estaba haciendo extracción y rompiendo, esos trabajos se hacen con martillos. Perforó el techo y salió un chorro de agua, entonces, él se botó por unos huecos que nosotros hacemos en el socavón.
“Cuando cayó al túnel principal, salió corriendo y logró salir. Mi otro compañero me fue a buscar y nos botamos al túnel principal y fuimos a buscar la salida, pero el agua nos arrastró y no nos dejó salir.
En ese momento empezó lo más horrible, la espera, la angustia, la incertidumbre, el miedo de que el agua subiera de nivel y nos ahogáramos
“Estábamos totalmente tapados en agua, la mina de alto mide dos metros, pero donde nosotros terminamos, estaba a un metro. La mina ya estaba a tope, y empezaba a subir de nivel. Todo estaba oscuro.
Lo que hicimos fue empezar a buscar un sitio alto, pero estaba muy complicado, el agua nos estaba siguiendo. Era esperar la muerte, no esperábamos más. Yo le pedía mucho a mi Dios que si me iba a morir, no me hiciera sufrir, no quería morir ahogado. De pronto, el agua llegó a cierto nivel y no siguió subiendo.
Encontramos un lugar de refugio donde el agua nos llegaba hasta las rodillas, y nos quedamos ahí. En ese momento empezó lo más horrible, la espera, la angustia, la incertidumbre, el miedo de que el agua subiera de nivel y nos ahogáramos. Comenzamos a llorar. Menos mal yo no estaba solo, mi compañero fue un gran apoyo, si yo hubiese estado solo, creo que no estaría contando esto.
En ningún momento nosotros escuchamos que alguien estuviera ahí trabajando para rescatarnos, nos sentimos solos. Teníamos el aire que se usa para perforar, esa fue nuestra vida por un día. Pero después lo cortaron y nos quedamos sin él.
Luego de ser rescatados los mineros fueron llevados al hospital de Zipaquirá en ambulancia. Foto:Bomberos de Cundinamarca
Nos tocó con nuestra ropa empezar a ventilarnos manualmente. Estábamos mojados, llenos de barro que huele inmundo. Era desesperante, solo nos quedaba esperar la muerte o que alguien nos rescatara. En medio del desespero empecé a escarbar un hueco con mis manos buscando una opción de vida, pero llegó un punto en el que encontré solo roca y no pude más. Me fracturé los dedos, ni siquiera me había dado cuenta.
Después de eso nos devolvimos otra vez al hueco y, como nos cortaron el aire, ya empezamos a sentir mucho el olor a gas. Nunca nos imaginamos que había gente afuera ayudando. Mi compañero que logró salir dijo arriba que uno de nosotros estaba muerto, pero los dos estábamos vivos.
Nos tocó estar agachados y acostados durante 60 horas, sufriendo hipotermia. Nos tocaba entre los dos abrazarnos y arruncharnos, darnos calor el uno al otro. No nos podíamos dejar dormir porque el gas nos mataba, el monóxido y el metano. No podíamos hacer popó ni chichí porque si lo hacíamos se generaban más gases.
Incluso, comenzamos a alucinar, yo veía gente, hablaba solo. Mi compañero también. El gas nos tenía atrapados
Lo único que podíamos hacer era darnos moral el uno al otro. Allá, atrapados en eso hueco, no veíamos ninguna opción de vida. También orábamos mucho.
Yo tenía una esperanza y le daba ánimos a mi compañero, pero esa esperanza se iba perdiendo a medida que iban pasando las horas. Duramos un día sin aire de la superficie, ya nos estábamos ahogando. Incluso, comenzamos a alucinar, yo veía gente, hablaba solo. Mi compañero también. El gas nos tenía atrapados.
El domingo en la madrugada, gracias a Dios, nos pusieron aire otra vez y nos volvió el alma al cuerpo, yo ya me sentía ahogado.
Nosotros tratábamos de hablar todo el tiempo, y hubo un punto en el que nos llegó el sentimiento y empezamos a llorar, gritábamos desesperados y decíamos que nos dejaron solos porque no escuchábamos a nadie, pero era mentira, la gente sí estaba trabajando.
Los rescatistas tuvieron que usar motobombas para desinundar la mina. Foto:Bomberos de Cundinamarca
Cuando el agua empezó a bajar de nivel, entendimos que ya estaban drenando la mina; entonces, yo empecé a mandar mensajes con la manguera del aire, la apretaba y la soltaba.
En esas 60 horas no dormimos, pero sí tragamos agua y barro, creo que dormí como 10 o 15 minutos. Nada más. Tenía un reloj y gracias a eso no perdí la noción del tiempo, pero las horas eran eternas.
Ya en las últimas horas nos cogimos de las manos y le pedimos a mi Dios que nos llevara, estábamos muy débiles y muy ahogados. Sentía dolor en mis dedos.
Cuando oí que alguien gritaba, que nos estaban buscando, y vi una luz, me volvió el último aliento para poder salir de ese hueco, no pensé en nada y me boté por el túnel principal. Detrás de mí iba mi compañero. Ahí nos encontraron y todos estaban contentos.
Mi hijo de 3 años fue mi motor, yo pensaba que me iba a morir y solo le pedía a Dios que me dejara verlo y a mi familia. No le podría decir qué sensaciones exactamente tuve porque fueron muchas, pero creo que en especial sentí abandono. Fueron 60 horas de muerte en vida, dos veces estuve a punto de morir. Creo que viví la muerte.
Cuando salimos de la mina perdí la noción, no sé qué hicieron conmigo, y cuando me desperté yo ya estaba en el hospital regional de Zipaquirá. Me dio un ataque de crisis de desespero, ansiedad y miedo. A raíz de todo esto, no he podido dormir bien, he tenido pesadillas, me sueño con eso cuando puedo dormir, es algo muy terrible”.
*El minero César Álvarez prefirió que no se publicara su foto.