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Análisis
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Los 6 campos críticos que conferencia ONU sobre los océanos busca atender: ¿por qué Trump se opone?
El mundo busca frenar la destrucción del mar, tras la autorización de EE. UU. a la explotación del lecho oceánico.
Esta imagen muestra al presidente Macron junto a una foto de Trump durante una alocución en la que el líder francés habla del cuidado de los océanos. Foto: AFP
Más de 60 jefes de Estado y de Gobierno, y delegaciones de 70 países más, llegaron a Niza (Francia) a inicios de la semana, y fueron acogidos por el presidente Emmanuel Macron, quien intenta reverdecer su debilitado liderazgo con lo que espera sean resultados significativos de la III Conferencia de la ONU sobre los océanos, en momentos en que la lucha contra la destrucción del planeta y el cambio climático vive sus peores horas en décadas.
La decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, adoptada a las pocas horas de su regreso a la Casa Blanca en enero, de retirar a su país del Acuerdo de París –mecanismo multilateral firmado hace 10 años para reducir la producción de gases de efecto invernadero–, y la orden ejecutiva que firmó en abril para autorizar a empresas privadas la explotación del lecho marino en aguas internacionales, es el preocupante telón de fondo en que se celebra la cumbre de Niza, a orillas del Mediterráneo, definida por varios analistas como el inicio de un pulso entre Trump y algunos de sus aliados, de un lado, y el resto de la comunidad internacional del otro.
El llamado, hecho hace mes y medio por Macron para que la humanidad mire hacia “Neptuno en lugar de Marte”, en referencia al dios latino del mar y al planeta, es un mensaje directo a Trump, quien a la vez que promueve el lanzamiento de una misión espacial tripulada hacia Marte, retiró el apoyo de Washington al proyecto de exploración científica para proteger los océanos, conocido como ‘Misión Neptuno’, que será impulsado por Macron y más de 30 gobiernos, en el marco de la cumbre de Niza.
Pero más allá de la simbología, el éxito o fracaso de la conferencia será medido por los acuerdos que resulten, antes del cierre este viernes, para enfrentar al menos seis campos críticos: el calentamiento de las aguas marinas como parte del destructivo ciclo del cambio climático; la acidificación de esas aguas por el aumento del CO2 en la atmósfera; la pérdida de la biodiversidad en los océanos con más de 10 % de las especies en vía de extinción; la sobrepesca y la pesca ilegal; la contaminación plástica y los proyectos de minería en el lecho marino.
Líderes del mundo firmaron esta semana en Francia un acuerdo por los océanos. Foto:AFP
“El océano es un bien común, nuestra última frontera, la más bella de nuestras copropiedades en busca de reglas comunes justas y equitativas”, sostenía el sábado en una columna en el diario Le Monde Olivier Poivre d’Arvor, embajador francés para los polos y los océanos. Pero la diplomacia sa, que Macron quiso teñir de verde ecologista al llegar al poder en 2017, sabe que, detrás de las palabras bonitas, el público (en especial las ONG medioambientalistas) espera de la conferencia de Niza éxitos tangibles, que por ahora lucen esquivos.
¿Por qué las negociaciones han tomado tiempo?
El primer desafío de la cumbre será alcanzar la cifra de 60 países que ratifiquen el fundamental tratado sobre la protección de Alta Mar, conocido como BBNJ (sigla en inglés para el acuerdo de Biodiversidad Marina más allá de las Jurisdicciones Nacionales), que Macron quería presentar como gran logro en el inicio mismo de las sesiones. Pero este lunes, la meta lucía lejana debido a lentitud con que los países signatarios del acuerdo en 2023, han surtido las respectivas ratificaciones: menos de 40 gobiernos habían depositado los instrumentos jurídicos de refrendación tras la primera jornada de la conferencia.
“El alta mar es una especie de tierra de nadie”, le explicó este fin de semana a EL TIEMPO, en París, un diplomático francés vinculado a las negociaciones climáticas. “Y con la actitud de la istración Trump, decidida a autorizar, violando elementales normas del derecho internacional, la explotación minera en el lecho marino de esas aguas, la ratificación del BBNJ por un grueso significativo de países resulta más urgente que nunca”, agregó la fuente. Como dijo el lunes el secretario general de la ONU, António Guterres, “el fondo marino no puede convertirse en un Far-West”.
Trump considera que explotar el lecho marino por medio de concesiones de minería subacuática es un objetivo estratégico de su gobierno. China, la potencia que Washington considera su principal adversario en el planeta y al que Trump le declaró la guerra comercial, cuenta en su territorio con una enorme riqueza de las llamadas “tierras raras”, lo que le permite producir el 60 % del total mundial de estos minerales de difícil extracción.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto:AFP
Se trata de 17 elementos químicos cuya demanda viene en acelerado ascenso por sus múltiples y vitales usos en el sector de la alta tecnología. Incluyen el escandio, el itrio y los 15 del grupo de lantánidos, entre ellos el neodimio, fundamental para los motores de carros eléctricos, el lutecio, para la iluminación led, y otros más, necesarios para el almacenamiento de energía.
Debido a las dificultades de , el fondo marino no ha podido ser afectado por la mano industriosa del hombre como lo han sido la superficie terrestre y las áreas marinas costeras. Por eso mismo ese lecho del océano es una gran reserva natural. Abrirlo a la explotación minera puede resultar catastrófico, primero que todo para la vida marina, pero también y de manera consecuente, para los seres humanos.
John Kerry, exsecretario de Estado en tiempos de Barack Obama y embajador especial del gobierno de Joe Biden para el clima, será, ahora como simple particular, uno de los oradores centrales de la conferencia de Niza. En entrevista con el diario parisino Le Figaro este fin de semana, expresó su alarma ante la decisión adoptada por Trump sobre el lecho marino. “Todos sabemos lo que la minería ha hecho en la superficie de la Tierra –explicó–, y tenemos muy pocos medios de control, muy poca visibilidad, sobre lo que pueda ocurrir en el océano y en los fondos marinos”.
Contra la pesca de arrastre
El lecho marino viene sufriendo desde hace años por las diferentes modalidades de pesca de arrastre. Quienes la practican utilizan gigantescas redes que alcanzan el fondo del mar y, remolcadas por barcos en la superficie, barren las aguas profundas y capturan algunas de las especies de carne blanca más codiciadas por los consumidores, como la merluza, el congrio dorado, el bacalao, el camarón, el langostino y la jibia o sepia.
Cerca de la mitad de las capturas de peces en el planeta son llevadas a cabo con prácticas de arrastre. Desde hace más de tres décadas, la ONU y otras agencias multilaterales vienen alertando sobre sus excesos, que han llevado a que el 80 por ciento del stock de peces aptos para el consumo humano, esté siendo sometido a capturas anuales que están en el límite o incluso por encima del límite de lo que los expertos consideran razonable para que no desaparezcan esas especies.
La protección de los océanos es una materia pendiente para el mundo. Foto:iStock
Pero más allá de la afectación en la población de peces, la pesca de arrastre puede causar graves daños al lecho marino, en especial en las áreas que deben ser protegidas, al afectar arrecifes de coral, esponjas y praderas de algas. Además, en muchas ocasiones las redes llevan a capturas no deseadas de tiburones, mantarrayas y tortugas.
En Niza, el presidente Macron anunció que su gobierno activará pronto un plan para limitar, y en algunos casos prohibir, antes de finales de 2026, todo tipo de pesca de arrastre en las áreas protegidas, tanto en las aguas sas del Atlántico (golfo de Viscaya y canal de la Mancha), como en las del Mediterráneo y en los territorios de ultramar del Caribe, Polinesia y el océano Índico.
Se trata de proteger las zonas con “los fondos marinos más delicados y sensibles, y los más ricos en biodiversidad”, según ha explicado el palacio del Elíseo, sede de la presidencia sa, que ha aclarado que, de manera consecuente, en esas zonas se prohibirá cualquier clase de explotación minera.
“Todas las actividades susceptibles de comprometer los objetivos de conservación de esta biodiversidad excepcional serán analizados y restringidos, léase prohibidos”, explicó hace pocos días la ministra de Transición Ecológica, Agnes Pannier-Runacher, quien aclaró que la delimitación de estas áreas prohibidas que podría alcanzar el 4 por ciento de las aguas sas se hará de manera concertada con las comunidades de dichas zonas.
Francia es un actor de primer orden en los océanos. Después de Estados Unidos, que posee 12,1 millones de kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva en sus mares, el país galo es el segundo del planeta, con 10,1 millones, buena parte de esa extensión gracias a la Polinesia sa. Está por encima de Australia (9 millones), Rusia (7,6 millones) y Reino Unido (6,7 millones). “Es otro mensaje para Trump, que nosotros, los ses sí somos capaces de asumir compromisos para ayudar a la salvación del planeta y que Estados Unidos, la primera potencia marina, no puede ser indiferente”, le explicó a EL TIEMPO la fuente diplomática en París.
Se trata de proteger las zonas con “los fondos marinos más delicados y sensibles". Foto:iStock
Pero resulta improbable que la Casa Blanca tome nota del mensaje y mucho menos que enmiende la plana, pues Trump y su equipo tienen –y promueven– una actitud negacionista frente al cambio climático y por ello mismo no creen que deban actuar para frenarlo. Como explicaba Kerry en sus declaraciones a Le Figaro, lo que ocurre “es una pérdida para Estados Unidos y sus ciudadanos, no solo para los países que siguen en estas negociaciones, todo esto es muy lamentable”.
Pero Kerry está de acuerdo con Macron en que, aun ante la indiferencia e incluso la hostilidad de la Casa Blanca frente a las iniciativas que están siendo discutidas en Niza, el resto del mundo debe seguir en la lucha. “El objetivo de proteger el 30 por ciento de los océanos de aquí a 2030, como acordamos en la COP de 2022, sigue siendo pertinente”, anotaba Kerry. “En la actualidad, solo registramos un 8 por ciento, y apenas 3 por ciento está bajo verdadera protección, y por eso mismo los países deben seguir actuando y sosteniendo sus promesas”.