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Noticia
Defensores del espacio público: quienes embellecen Bogotá y luchan contra el deterioro urbano diario
Con brochas y pintura, estos trabajadores revitalizan zonas clave de Bogotá y promueven el cuidado colectivo.
Los defensores del espacio público llegan a distintas partes de Bogotá. Foto: Paula Rozo / EL TIEMPO
El espacio público de Bogotá tiene unos ángeles que pasan desapercibidos, aunque sean visibles al ojo humano. No tienen alas. Se visten con overol, llevan sombreros y brochas de pintura. Dentro de ellos cargan un inmenso sentido de pertenencia y sensibilidad social.
Se trata de los defensores del espacio público, un grupo de más de 150 personas que recorren las calles de Bogotá para embellecer un lugar que es de todos los ciudadanos. Ellos son gestores del Departamento istrativo de la Defensoría del Espacio Público (Dadep), encargados de promover la defensa, recuperación, sostenibilidad y apropiación de estas áreas de la capital.
Restaurar lo que otros dañan
El pasado 9 de junio, la brigada de la Defensoría del Espacio Público llegó a la carrera 7ª para llevar a cabo una nueva jornada de revitalización en un punto emblemático de la ciudad. Desde las 8:00 a. m., este grupo de 16 personas recorrió desde la calle 26 hasta la calle 24 con brochas, rodillos y pintura industrial para cambiar la imagen de una zona transitada por bogotanos y visitantes.
La brigada de embellecimiento inició desde la torre Colpatria. Foto:Paula Rozo / EL TIEMPO
Para este grupo, el día comenzó desde temprano con labores de limpieza en la calle 26. Cuando el reloj marcó el mediodía, ya habían intervenido 43 postes de luz y tres cabinas telefónicas hasta la calle 22. En cada mobiliario repitieron el mismo proceso —retirar afiches y pintar— casi de forma mecánica. “Es un proceso largo y difícil”, contó Karen Suárez, defensora del espacio público, al terminar la jornada.
No era la primera vez que los defensores llegaban a este punto específico a limpiar y pintar muros, postes y cabinas. De hecho, es una de las zonas que más frecuentan. Su trabajo se convierte en un ciclo sin fin: limpian una zona y, poco tiempo después, vuelve a estar vandalizada. Un claro ejemplo fue la pared de un local comercial en la calle 22, que fue pintada de negro hace tres días y ya tenía grafitis cuando el grupo regresó. Este lunes, nuevamente, pasaron la brocha en ese muro. ¿Cuánto durará esta vez?
Dignidad, frustración y sentido de pertenencia
“Es muy frustrante”, manifiesta al respecto Valentina Monroy, una de las colaboradoras más jóvenes del grupo. “Me gustaría que nuestro trabajo durara más”, dice con esperanza, mientras observa uno de los postes que dejó como nuevo.
Como ella, varios compañeros afirman sentir decepción, tristeza o desaliento al ver su trabajo destruido en poco tiempo. Sólo este lunes, los defensores trabajaron cerca de una hora por cada calle. Durante la jornada, se encontraron con cosas desagradables mientras limpiaban: heces, ropa interior botada y otros residuos. Para ellos, es algo común. Hacen un trabajo que casi nadie quiere hacer, pero siempre lo hacen con buena actitud.
Los defensores dicen que ellos hacen el trabajo sucio, lo que nadie quiere hacer. Foto:Paula Rozo / EL TIEMPO
Monroy resalta la importancia de su labor: mantener una cara más limpia de la ciudad. Cree que así, las personas se apropiarían más del espacio público y lo cuidarían. La zona intervenida es una de las más complejas del centro de la ciudad, debido al mal uso que le da una parte de la población. “Hay gente que acostumbra a tener de baño a la Plaza de las Nieves, la calle 21 o el Parque Santander", cuenta Andrés Restrepo, coordinador de la brigada.
Para él, un espacio público limpio se traduce en mejor salud mental y física, además de mayor percepción de seguridad. “Es tener la posibilidad de que se disfrute realmente del espacio público, porque es el único lugar donde todos podemos ser iguales”, asegura.
Ciudadanos resaltan labor de embellecer el centro de la ciudad. Foto:Paula Rozo / EL TIEMPO
Una tarea colectiva para una ciudad más habitable
“Estas actividades de embellecimiento hacen parte una coordinación entre 15 entidades del Distrito, que estamos todos los días en la carrera séptima”, explicó Lucía Bastidas, directora del Dadep.
Esta colaboración fue visible este lunes: mientras los defensores pintaban postes en la calle 22 con carrera 7ª, funcionarios de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte limpiaban grafitis en un módulo de venta ambulante y pintaban sillas. A pocos metros, trabajadores del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural restauraban la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves.
Brigadistas del IDPC restauran y embellecen la iglesia de Las Nieves. Foto:Paula Rozo / EL TIEMPO
Para Bastidas, la séptima es un lugar caótico que necesita la intervención simultánea de varias entidades. “Los vendedores ambulantes son un tema para el Instituto para la Economía Social; hay un factor de crimen que están manejando las secretarías de Gobierno y Seguridad junto a la Policía”, explicó.
Los defensores no sólo pintan y limpian. También participan en brigadas para levantar cambuches donde duermen habitantes de calle o puntos de venta ambulante, lo que requiere apoyo de entidades como la Secretaría de Integración Social o de Desarrollo Económico.
El impacto de su trabajo se nota en el rostro de quienes disfrutan de los espacios recuperados. María Antonia, una joven ciudadana, comenta que encontrar lugares bien cuidados genera una sensación de seguridad. Ella asocia este trabajo con la teoría de las ventanas rotas, que sostiene que los signos visibles de desorden fomentan el crimen.
“Bogotá necesita tener una buena imagen, porque es la cara de Colombia ante el mundo, así que me parece una bonita labor”, expresó un turista proveniente de Aguachica, Cesar, al presenciar el ejercicio de embellecimiento.
Quienes integran esta brigada son ciudadanos comunes que se unieron a la iniciativa y permanecen por su alto sentido de compromiso y responsabilidad social con Bogotá. Cada uno aporta, todos los días, para embellecer la ciudad.