Lo que llevó a Janet Blaser a dejar California y no regresar jamás no fue solo el costo de vida ni la búsqueda de aventura. Fue una necesidad de reencontrarse consigo misma. A los 50 años, madre soltera de tres hijos ya adultos, vivía al límite, “de sueldo a sueldo” y sin perspectivas de estabilidad.
Según explicó a CNN Travel, una breve pero reveladora visita a Mazatlán, en la costa oeste de México, transformó esa incertidumbre en una oportunidad concreta. “Sentí que pertenecía a ese lugar”, dijo. “Fue como si mi corazón me dijera: este es tu sitio”.
La decisión de pasar del estrés californiano a la paz tropical
La muerte de su madre fue un punto de quiebre. “Ella me animó a no postergar más mis sueños”, explicó Janet. A eso se sumó el hartazgo de años de precariedad laboral y un mercado inmobiliario inalcanzable en California.
“No tenía casa propia. Me sentía invisible”. Esa introspección, sumado a los ritmos tranquilos de Mazatlán, consolidó su decisión.
En 2006, Janet empacó lo esencial en su pequeño auto y emprendió un viaje por carretera que la llenó de lágrimas y dudas, pero también de determinación. Al llegar, encontró una comunidad cercana y amable que la recibió.
Lejos de jubilarse, se reinventó. Fundó una revista en inglés para extranjeros residentes y fue pionera en abrir el primer mercado de agricultores orgánicos de Mazatlán. “Aquí pude emprender, algo que parecía imposible en EE. UU.”, aseguró.
La mujer que decidió cambiar su vida Foto:Janet Blaser
Con un alquiler inicial de US$250 al mes y gastos básicos accesibles, su nivel de estrés bajó drásticamente. “Nunca pagué más de US$35 de electricidad, incluso con aire acondicionado”, afirmó.
A pesar de los desafíos del idioma, las diferencias culturales y momentos de soledad, Janet asegura que México le ofreció algo que nunca había encontrado en California: bienestar emocional y aceptación.
Aunque regresa de visita para ver a sus hijos y nietos, dice que ahora se siente nerviosa en EE. UU. “Allá me preocupa que alguien dispare en un supermercado o en un festival. Aquí, no”. Sobre Mazatlán, expresó: “Este lugar tiene alma. Todavía hay negocios familiares, gente cálida. Eso es lo que cuenta”.
Tras probar suerte en otro pueblo y volver a Mazatlán, lo dejó claro: “Seguí mi corazón. No hay lugar perfecto, pero aquí me siento en casa. Y eso vale más que cualquier cosa”.
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